Considerado uno de los fotógrafos británicos más influyentes del siglo xx y uno de los artistas que junto con Brassaï o Henri Cartier-Bresson, entre otros, sentaron las bases de la fotografía moderna, Bill Brandt es un artista ecléctico, pues a lo la...
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Considerado uno de los fotógrafos británicos más influyentes del siglo xx y uno de los artistas que junto con Brassaï o Henri Cartier-Bresson, entre otros, sentaron las bases de la fotografía moderna, Bill Brandt es un artista ecléctico, pues a lo largo de una trayectoria de cerca de cinco décadas abordó casi todos los géneros de la disciplina fotográfica: reportaje social, retrato, desnudo y paisaje. Nacido como Hermann Wilhelm Brandt en Hamburgo en 1904, en el seno de una rica familia de origen ruso, decidió, tras haber vivido en Viena y París, instalarse en Londres en 1934. En un entorno de creciente animadversión por lo alemán provocada por el ascenso del nazismo, trató de borrar todo rastro de sus orígenes, llegando a afirmar que era natural de la isla británica. Este ocultamiento y creación de una nueva personalidad envolvieron su vida de un aura de misterio y conflicto que se vieron reflejados directamente en su obra. Sus imágenes tratan de construir una visión del país que abraza como suyo, pero no del país real, sino de la idea del mismo que él se había forjado durante su infancia con lecturas y relatos de sus familiares. Aquejado de tuberculosis cuando era joven, parece que fue en los sanatorios suizos de Agra y Davos, a los que su familia le envió para recuperarse, donde comenzó su interés por la fotografía. Tras unos años en Suiza, se trasladó a Viena para ser sometido a un novedoso tratamiento para la tuberculosis mediante el psicoanálisis. La fotografía de Brandt, imbuida de un aire postromántico, parece encontrarse siempre en el límite, pues causa atracción y rechazo a la vez y puede verse en relación con lo unheimlich, término utilizado por Sigmund Freud en 1919 por primera vez. Lo unheimlich –que suele traducirse como «lo extraño, aquello que produce inquietud» y, en palabras de Eugenio Trías, «constituye condición y límite de lo bello»– es uno de los rasgos característicos que encontramos a lo largo de toda su trayectoria artística. Las teorías psicoanalíticas fueron una de las bases fundamentales en las que se apoyó el surrealismo, y en la década de 1930 influyeron en el escenario cultural de la capital francesa. En 1930, Brandt se trasladó a París junto con su primera pareja, Eva Boros, para entrar como ayudante en el estudio de Man Ray. Fue entonces cuando el fotógrafo se impregnó de las ideas que bullían en un París plagado de artistas jóvenes, muchos de ellos inmigrantes, buscando hacerse un hueco en el mundo profesional. Sus imágenes de esa primera época tienen un aire de catálogo de «temas» del psicoanálisis, clara muestra de la influencia que el surrealismo ejercía sobre él, aunque nunca llegó a participar de forma activa en los grupos de vanguardia histórica. Casi todas sus fotografías, tanto las de carácter más social de antes de la guerra como las de su posterior etapa más «artística», mantienen una fuerte carga poética y ese halo de extrañeza y misterio tan característico en el que, al igual que en su vida, se mezclan siempre realidad y ficción. Bill Brandt falleció en Londres en 1983.
Tras su aprendizaje como fotógrafo en Viena, Bill Brandt marchó a París para entrar a trabajar como ayudante en el estudio de Man Ray por un corto período de tiempo. Esto le impulsó a mezclarse con el ambiente surrealista de la capital francesa. Sin embargo, las fotografías de estos años se relacionan más con las de su admirado Eugène Atget y Brandt se convierte, igual que su antecesor, en un paseante o flâneur que retrata la noche parisina y algunas escenas callejeras que anuncian su obra posterior, donde lo inquietante ya hace acto de presencia. Junto con su pareja, Eva Boros, realizó numerosos viajes a la estepa húngara, a su Hamburgo natal y a España, donde visitaron Madrid y Barcelona, entre otras ciudades, con intención de pasar sus vacaciones en Mallorca antes de trasladarse a Londres en 1934. Fue en esta ciudad cuando Brandt se deshizo de sus raíces alemanas y creó un corpus artístico en el que Reino Unido se sitúa como núcleo de su identidad, un país con grandes desigualdades sociales en la época.
La creciente antipatía que despertaba la Alemania nazi entre los británicos hizo que muchos emigrantes que llegaban desde aquel país cambiaran su nombre. El caso de Brandt fue más radical, si cabe, pues enterró por completo sus raíces y durante cerca de veinticinco años se hizo pasar por ciudadano británico. La década de 1930 fue la de los grandes movimientos sociales y huelgas para protestar por las condiciones de los trabajadores tras la Crisis del 29. Con este escenario de fondo, Bill Brandt publicó en 1936 su primer libro, The English at Home. Para esta primera publicación, Brandt utilizó un formato alargado, propio del formato álbum, y adoptó una de las fórmulas de diseño más utilizadas por las publicaciones gráficas centroeuropeas: la unión de contrarios en pos del contraste significativo entre cada par de fotografías. El artista buscaba la contraposición entre dos clases sociales enfrentadas en página par e impar, desarrollando dos discursos narrativos en paralelo, pero sin mezclarlos. En el inicio de la Segunda Guerra Mundial, el fotógrafo empezó a trabajar para el Ministerio de Información y realizó dos de sus series más célebres: por un lado, la formada por las fotografías de centenares de londinenses durmiendo en estaciones de metro convertidas en improvisados refugios; por otro, las de la superficie de la ciudad, un Londres fantasmal sin otra iluminación que la luz de la luna como medida de protección contra los bombardeos. Las diferencias de clase que Brandt había retratado quedan atrás y dan lugar a este otro tipo de escenas que denuncian los estragos de la contienda sobre la población civil.
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